Como decía Séneca, Ep. 1.1. Qué diré yo, que me explico mucho peor. Hace un par de sábados, de excursión en Segovia para ver la feria de reconstrucción arqueológica de la Segovia romana, tuve el repetido honor de que tres tipitas me robaran el bolso (espero que a estas alturas ya se les esté empezando a desarrollar… mejor no lo digo), y que tuvieran la delicadeza de dejarme sin documentación alguna, tarjetas de crédito, móvil con toda mi agenda, llaves de casa y del coche, dinero que acababa de sacar (unos cincuenta eurillos), amén de otras chucherías que gusto de acarrear. Eso sí, tiraron al suelo y pude recuperar la funda de las gafas de sol -graduadas- con ellas dentro, un abanico costroso que llevo en verano y una agenda tipo Moleskine que está vacía del todo y llevo y traigo porque me la regaló Isma. Supongo que esas cosas se les cayeron al dar la vuelta al bolso, porque no entiendo en qué pueden preferir las llaves de mi coche o el móvil cutrérrimo que inmediatamente bloqueé, la verdad.
Bueno, pero mi queja no va en ese sentido. Ya me han robado el bolso o el monedero tantas veces en mi vida que casi me resulta natural. Lo que no tiene sentido ninguno es el absurdo en que he caído desde ese día. En cuanto me percaté de que el bolso no estaba corrí a una comisaría a hacer la denuncia, y cancelé las tarjetas y el móvil. Hasta ahí, todo estupendo; sobre todo por la enorme ayuda que me proporcionó mi amiga Montse, que me ayudó a encontrar la comisaría, me dejó su móvil para que llamara a todas partes, me pagó un taxi, la habitación del hotel, la comida del día siguiente… Bueno, un amor. Que conste que está libre, por si alguien se anima, 😉
Ya digo, todo normal. Y que Isma se acercó hasta Segovia para traerme la llave de repuesto del coche, el pobre… Pero, claro, al día siguiente era domingo, y hasta el lunes no intenté comprarme un móvil cambiando mis raquíticos puntos de vodafón o conseguir un duplicado de mi dni o del carné de conducir. Je, pobre ilusa.
Fui a la comisaría de Aranjuez (llegué sobre las doce o así), y me dijeron que tenía que ir a las siete de la mañana a coger número, que sólo atendían a 90 personas al día. «¿Y a qué hora empiezan a atender al público?», pregunté, extrañada por lo temprano del horario, «A las 9:00». Bien, pensé, a las siete empiezan, pero estarán toda la mañana dando números, claro. Por si acaso, fui donde el policía que daba los números y le pregunté con mi mejor sonrisa que a qué hora se solían acabar los números. El tipo, bastante socarrón y sonriente, me dijo «¡Huy, eso depende! Hoy a las ocho y cuarto ya se habían acabao; hay días que antes». «Peroo, entonces, ¿por qué no atienden hasta las nueve?», pregunté, con los ojos como platos. «Qué quieres que te diga», el tipo se meaba, «hasta las nueve ná». Y yo, en un arrebato de coraje, voy y le digo a aquel señor con pistola al que le estaba alegrando la mañana: «Pues qué mal hecho, cómo puede ser que el sistema esté tan mal hecho…» «Oye, que no lo he hecho yo, ¡eh!», partiéndose el pecho. Consciente de que no debería haber dicho eso, me fui reconociendo que él, ciertamente, no tenía la culpa. Qué bien.
Así pues, cogí el coche y me fui para Madrid. Que yo vivo en Chinchón, por eso fui a Aranjuez a renovarme el dni, que conste. Me dije, «bueno, pues voy a ver si consigo un móvil, para no seguir incomunicada». Los dos móviles viejos que tenemos en casa y funcionan están bloqueados por movistar, así que tenía que pillarme uno nuevo. Pero antes, tenía que duplicar la tarjeta de la línea, que la había bloqueado. Me voy al Carrefur, que es lo que me pilla más a mano, y me dice la chica que lo siente, pero que eso sólo lo pueden hacer en tiendas oficiales de vodafón, que allí no. Joder qué mala suerte. Menos mal que la chica era maja y me contó que había una tienda oficial en el centro comercial nuevo de Rivas; para allá me fui y, amablemente, me lo hicieron. Ponían mala cara al ver que no tenía yo dni, pero la denuncia de la poli y mi voz lastimera convencieron a la chica. También intenté cambiar los puntos allí, pero tengo tan pocos, que los únicos móviles que me podía pagar eran esos para abuelas, que quitando las llamadas y los mensajitos en una pantalla en blanco y negro y de tres líneas, apenas si te dicen la hora y gracias. Y costaban sus 65€, tampoco eran tan baratos.
Antes de esto, aproveché que en el mismo Carrefur hay un negocio de duplicado de llaves, e hice copias de todas las que me habían quitado. También fue divertido, porque el señor, haciéndose el tonto muy mal, me quería cobrar dos más de las que había hecho, y luego me dio cambio de 20€ cuando le había dado un billete de 50€. Me tuve que pelear un poco con él, pero salí ilesa. También fui a la cajamadrid a ver si se apiadaban de mí y con mi cartillita de toda la vida me dejaban sacar algo de dinero, pero me costó un triunfo que me lo dieran, porque sin carné de identidad no hay manera de hacer nada. Le tuve que decir mi número secreto de la tarjeta y de la cartilla y al final accedieron. Mi cabreo iba en aumento, pero de momento no había sido excesivamente absurda la situación.
Una vez ya en el centro comercial vi que había un defonjaus que probablemente tendría alguna ofertilla, así que para allá me fui, que ya tenía la tarjetita con mi línea. El tipo que me atendió no era capaz de sonreir —nunca me ha sonreído nadie en un defonjaus, la verdad—, y lo primero que intentó fue venderme un seguro anti robo, porque, tonta de mí, le dije que me habían robado el móvil y necesitaba uno nuevo. No tengo que hablar tanto, a ver si aprendo de una vez. Yo no le dije que no de primeras, pero insistí en que quería un móvil barato que hiciera alguna cosa tal como tener una agenda, o algo así. Así que me dio el catálogo para que eligiera. Elegí un Sharp de esos de concha, que marcaba 65€ y tenía cámara y de tó y se podía cambiar con los puntos, y le dije que lo quería sin seguro ni nada. Y va el tipo -que era argentino, claro- y mirándome mal me dice que ése no es el precio, que el catálogo estaba equivocado. Ya empezamos: la otra vez que compré un móvil en defonjaus también intentó la dependienta que no comprara el móvil que había elegido con el mismo argumento, y era mentira, ése era su precio de verdad. Pero éste era más duro. Estuve un rato intentando que me diera el precio verdadero, pero decía: «Puesss serán unos 150 ó 170 €». Así, con todo el morro. Yo alucinaba, por enésima vez ya en el día, e insistía en que me diera un precio fijo. «Es que es muy caro», me decía, el cabrón. Así que, después de perder un cuarto de hora allí, me tuve que ir sin enterarme de cuánto costaba ese móvil ni ningún otro de los que le pregunté. Me estaba empezando a deprimir, así que me fui para la facultad y no hice más en toda la tarde.
Pero de vuelta a casa ya a las ocho, me acordé de que hay un mediamarkt nuevo también en Rivas. Para allá me fui. «Con lo grande que es el mediamarkt, seguro que encuentro un móvil, coñe». Pues na. La dependienta de vodafón era un encanto verdadero, pero los únicos móviles que le quedaban del programa de puntos eran carísimos, porque estaban de inventario al ser la tienda nueva y no tenían nada en stock. Me fui a acostar, qué día más horrible.
El miércoles me pegué el madrugón para ir a hacerme el dni. Llegué a la comisaría de Aranjuez a las siete y media más o menos, y allí estaba el policía del día antes, sentao en su silla detrás del ventanuco de los números, con una cara de sueño de impresión. Toda contenta le pido el número y me dice «Huy, se acaban de terminar; acabo de dar el último.» De nada servía suplicar, no tenía más números para dar el hombre, que se sonreía a pesar de todo. Más negra que los cojones de un borrico mohíno, como dice mi padre, me volví a subir a Chinchón. Lo malo es que ese día tenía que dejar el coche en el taller en Aranjuez, para que le hicieran la revisión, así que a eso de las diez me tuve que volver a bajar, esta vez con mi padre también en otro coche. En el taller me aseguraron que no había problema en duplicar la llave del coche, apoquinando 90€ de rigor, la llave la tendría en quince días. Qué maravilla. Pero por lo menos se dignaban a hacérmela, así que no me quejé demasiado.
Aprovechando que estábamos en Aranjuez, volví a intentar comprarme un móvil, pero esta vez ya fue gracioso de verdad. Fui a la tienda vodafón oficial, encontré el móvil perfecto al precio ideal, y cuando iam iam lo iba a comprar, resulta que el ordenador se les había roto y no podían hacer el canje de los puntos. No lo pude comprar. Yo quería, de verdad, darme de cabezazos contra alguna pared, pero mi padre, el hombre, lo evitó como pudo. Al lado también había una tiendecita defonjaus, y pensé que peor que el otro gilipollas no podrían ser, que a lo mejor en ésta sí se dignarían a venderme el móvil, y para allá me fui. La dependienta de esta tienda tampoco era capaz de sonreír -yo creo que deben de tener un sueldo de mierda, o que cobran sólo si te haces un seguro con el móvil, porque si no, no lo entiendo-, pero me dio el precio definitivo del móvil y consintió en vendérmelo. Pero ¡ay! Cuando se puso a tramitar lo de los puntos va y me pide el dni. Yo volví a sacar mi denuncia, ya bastante sobada, y le conté lo del robo y que estaba en trámites de conseguirlo. Y entonces la hice feliz, porque se agarró a que le tenía que enseñar el dni y si no, nada. Me peleé un ratillo con ella, pero no hubo solución; salí de allí sin móvil y ya más cabreada que una mona. Alucinante. Por supuesto, había otra tienda vodafón en Aranjuez, pero también tenía el ordenador roto, por lo que tampoco pudo venderme el puto móvil. Ésta, por lo menos, era majilla, y me dejó que lo viera, lo encendió y me aseguró que arreglarían el problema en un par de días. Pero na, me volví a casa compuesta, sin papeles e incomunicá.
En vista de que la comisaría de Aranjuez era un locus desperatus, busqué en qué otras comisarías podría hacer el papeleo. Tenía que ir al aeropuerto el jueves, y a la vuelta me fui para Madrid. En la comisaría de Hortaleza tardaron lo que se dice diez minutos en darme número y hacerme el trámite, ¡qué maravilla! Lo malo es que tardan un mes en darte el documento; pero por lo menos tengo un resguardito que dice que me lo estoy haciendo, que no es poco. Así que, borracha de emoción, me fui para Arturo Soria a hacerme el carné de conducir. Todo iba a pedir de boca: di con el edificio, con la cola acertada, hasta con la ventanilla que era. Lo malo es que, claro, como no tengo el dni, ellos no pueden comprobar que sea yo misma la que dicen esos papeles, así que tengo que conseguir una fotocopia de mi antiguo dni o esperar a que me lo den para poder renovar el de conducir.
Era lógico: teniendo en cuenta que la policía (que, como la DGT, también pertenece al Ministerio del Interior) acababa cinco minutos antes de creerse que yo era yo porque me tenían con foto y todo en el ordenador, es normal que los de tráfico no se crean en absoluto lo que dice la policía y confíen mucho más en una fotocopia que yo les pueda llevar, que la puedo hacer con el fotosop en un ratillo. De una lógica aplastante, claro, y no obstante cierto. Qué pena, y qué ganas de morirme. Si no fuera porque este curso pasado he debido de entregar unas cinco veces la fotocopia de mi dni en la comunidad de Madrid, diría que las autoridades de este país son de lo más eficaces. La leche.
En fins, que fotocopias del dni tengo en casa, menos mal. El jueves iré a Madrid probablemente e intentaré volver a hacerlo, pero ya voy convencida de que va a surgir algo extraterrestre que me lo impida, de fijo. El móvil al final conseguí que me lo vendiera la chica del Carrefur a la que había ido el primer día. Resulta que el precio estupendo de 65€ era sólo con contrato de permanencia, y yo ya tengo uno de ésos, así que mi precio eran 105€. Pero los pagué encantada: no necesitaba mi dni, ni la denuncia tuve que enseñarle; le bastó con que me supiera el número y le pagara los dineros. Un amor de chavala, ciertamente. Pero, si lo pienso bien, no hizo nada raro ni especial. Bastó con que hiciera su trabajo de forma correcta. Parece mentira que la incompetencia se haya convertido en norma común de conducta. Ya lo decía Séneca, y eso que no tenía ni móvil ni carnet de conducir.
Hola, Sandra.
Soy Jose Luis Magallares. Quizás (aún) te acuerdes algo de mí. En realidad no sé cómo he llegado hasta aquí, leyéndote instintivamente e imaginando en primera persona tal sucesión de tribulaciones (o despropósitos) perfectamente narrados, compañera de entonces, compañera. Mi total solidaridad junto a este abrazo virtual, por eso de infinito, Sandra. Felix qui potuit rerum cognoscere causas.
(«Feliz quien pudo conocer las causas de las cosas»). (Virgilio, Geórgicas, II, 480)
La verdad es que la burocracia española es la leche. Intentar demostrar que existes y eres quien eres raya lo ridículo.
Por cierto, ¿qué tema de WordPress es el que usas? ¿Te has basado en alguno o lo has creado tú de cero?
Una historia tan delirante que sólo puede ser cierta. Mis condolencias. Y una pregunta:
>> Cuando te roban el móvil, ¿te dejan INmóvil? 😡
Ánimo, que más se perdió en Cuba, y volvieron silbando, los muy necios.
😀 Yo creo que no te dejan inmóvil, pero lo intentan con todas sus fuerzas….
Un saludo.
😀 jelouuuuuu!!!! pues ya ves, que historia ¿no? vamos yo por cada una de las sonrisas pagaría mil duros de los de antes 😕 mi cara representativa de la situación… ahh!!! yo me hubiera rendido al primer intento!!! lo tuyo tiene mérito 😀 bueno, con su permiso jejeje voy a seguir leyendo. un saludo!!!!por cierto , valió la pena todo el rollo del movil porque… vaya movil!!! jajajaja 😉